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PIEZA DEL MES. Amuleto de Ifach

Amuleto de Ifach


Pobla medieval de Ifach (Calp, Alicante)
Plomo
35 x 20 mm
Almohade
Primera mitad del siglo XIII
                                                     

Esta pieza singular de la epigrafía andalusí fue encontrada en el relleno de la Tumba IV de la necrópolis medieval de la Pobla de Ifach y es una plaquita de plomo de forma rectangular, con los lados verticales más largos. Actualmente la placa aparece doblada por la mitad, pero conserva señales de haber podido estar plegada en forma de tríptico.
Presenta una enorme fragilidad donde ni siquiera ha sido posible desdoblar la pieza ante el riesgo de provocar posibles roturas o daños añadidos. La superficie exterior de la placa presenta grandes desgastes en algunas zonas y numerosas concreciones adheridas en otras. Se observan, asimismo, importantes destrozos en los lados horizontales, el superior tiene todo el borde doblado y aplastado, mientras que en el inferior han desaparecido el borde externo y la parte izquierda, lo que supone casi un cuarto del objeto. Por ello, y aunque sus medidas actuales son 3,5 cm. de altura x 2 cm. de anchura, la plaquita originalmente hubo de tener unas dimensiones algo mayores.
Una de las caras de la pieza, la cara exterior, está ocupada por leyendas en árabe, mientras que la otra cara, la interior, parece que era anepígrafa y sin decoración, pues no conserva restos de escritura ni de ningún otro ornato. Sin embargo, lo habitual es que este tipo de objetos presenten epígrafes en el anverso y el reverso.
Las leyendas están distribuidas en dos áreas diferentes: un campo epigráfico central y una orla de enmarque. El campo central está delimitado, y separado de la orla, por un estrecho filete tallado en relieve y constituido por dos finos listeles paralelos que se entrecruzan a intervalos regulares. El campo epigráfico central estaba compuesto por al menos seis renglones, pero hoy sólo se conserva la grafía, aunque muy deteriorada, en los tres primeros, mientras que en el resto apenas resultan visibles algunos grafemas sueltos. En cuanto a la orla de enmarque, originalmente estaría compuesta por cuatro bandas, dos horizontales y dos verticales, pero las únicas conservadas son las bandas verticales. La escritura discurre en ellas por un solo renglón y está realizada en un tamaño algo menor que la del área central.
Estos epígrafes están realizados en escritura cúfica con talla en relieve; un tipo de cúfico muy irregular en su ejecución y con un diseño deformado, e incluso frustrado, en algunos grafemas. Así, se observan diferencias en el tamaño de las letras que componen los diversos términos, y diferencias en la ejecución de los mismos trazos, como sucede con las astas de los grafemas, pues algunas presentan terminación a bisel, mientras que otras terminan en ornatos foliados. Esos apéndices foliados y lobulados, con los que finalizan los trazos altos, se concentran en los grafemas del área central y son en todo semejantes a los que presentan algunos epígrafes lapidarios almohades, incluido el pequeño orificio en forma de círculo que se ubica en el extremo del ornato.

Como características gráficas más destacables hay que señalar el extraño diseño que presenta el grafema s)ad/ d#ad en el término inicial de los tres primeros renglones, pues se encuentra sobre montado por una especie de acento circunflejo invertido, semejante a la forma en que suele ejecutarse el grafema `ayn medial en cúfico lapidario, y el que algunos términos parezcan estar enfrentados en espejo, en sentido vertical, como se observa en el lado izquierdo del primer renglón del campo central. Y en ese mismo lado izquierdo, pero a la altura del tercer renglón, las secuencias gráficas están escritas en sentido vertical, desde arriba hacia abajo y en paralelo al filete de delimitación.
En definitiva, este tipo de cúfico, de muy difícil interpretación, se aproxima al empleado en ciertos motivos pseudoepigráficos, especialmente el que discurre por el campo central. Este hecho, unido al estado de deterioro que actualmente presenta la pieza, impide dar con una lectura fiable y convincente de sus leyendas. Sí se puede afirmar que el término con que se inicia el primer renglón, en el campo epigráfico central, se repite en el comienzo de los renglones segundo y tercero; un término que, con todas las reservas, podría leerse como

القضاء...
La justicia…


                          

 Lógicamente los grafemas cúficos, con su carácter defectivo, pueden admitir otras variantes de lectura, pero se ha optado por la considerada más coherente y convincente. Curiosamente la secuencia consonántica de este término parece coincidir, aunque la factura sea diferente, con la que se encuentra grabada en negativo sobre un anillo sello-impronta, hallado en una de las sepulturas de la necrópolis visigoda de la Casa del Condestable, en Pamplona. En la plaquita que nos ocupa, resulta ilegible lo escrito a continuación de dicho término, en cada uno de los tres primeros renglones.
En cuanto a la orla de enmarque, y también con todas las reservas, parece haberse escrito en el inicio de la banda lateral izquierda la abreviatura de la basmala, seguida del tahlīl; es decir, la primera parte de la šahāda o profesión de fe islámica.

بم الله لا الاه ا[لا الله]....
 

Bm/  (En el nombre de Dios el Clemente, el Misericordioso). Dios, no hay otra divinidad [sino Dios]…

A pesar de que parte del epígrafe resulta indescifrable, lo que se ha podido restituir de su contenido parece indicar que el texto de esta plaquita era de carácter religioso, igual que sucede con las leyendas de la mayor parte de los plomos andalusíes.
Son distintas las funciones y muy variadas las formas de este tipo de objetos, cuyo uso está atestiguado en el ámbito islámico durante toda la Edad Media; unos objetos que, en general, suelen catalogarse como “amuletos” o “talismanes” y ser caracterizados por su finalidad de protección contra cualquier mal o adversidad. Las leyendas que ostentan también pueden ser diversas: desde las breves citas coránicas y textos de contenido netamente religioso hasta las secuencias gráficas, nombres extraños al Islam y términos de indudable carácter mágico.

En al-Andalus es ya bastante considerable el número de estos objetos y, aunque sus formas son variadas, la mayor parte de los ejemplares conservados responden, a las características del ejemplar de Ifach. Suelen ser, por tanto, pequeñas placas rectangulares de plomo, cuyos textos reproducen leyendas religiosas y citas coránicas y cuyo uso está relacionado con la función benefactora, protectora y profiláctica que, en general, solía atribuirse a la revelación, a la palabra divina, y a la escritura árabe que la anota y la transmite.

   


 

Sobre estos objetos que ostentan leyendas de contenido religioso, sujeto a la más estricta ortodoxia islámica, algunos autores han planteado, con razón, lo inadecuado de designarlos como “amuletos” o “talismanes”, pues serían equivalentes a las “insignias” o “medallas” de la religiosidad cristiana (Barceló, Labarta y Azuar, 1997: 269 y 272). No obstante, y aunque su número sea bastante escaso, en al-Andalus también se han documentado algunos ejemplares que sí pueden ser catalogados en términos estrictos como amuletos y talismanes; es decir, aquellos objetos a los que supersticiosamente se les otorgaba una función protectora de carácter mágico y/o sobrenatural, fuese esta protección frente al mal pasiva (amuletos) o activa (talismanes). Este hecho queda de manifiesto por el talante y contenido de las leyendas que ostentan, pues o bien reproducen en exclusiva secuencias gráficas ininteligibles, de carácter mágico, o bien, y con mayor frecuencia, en sus textos coinciden los elementos islámicos y los extraislámicos, mezclando frases religiosas o breves fragmentos extraídos del Corán con signos astrológicos y referencias mágicas, todos ellos ajenos a la ortodoxia. Esta última práctica estuvo especialmente extendida entre los moriscos, con el uso de las recetas-talismanes y de los llamados “cuadrados mágicos” o “talismanes de cifras”.

Por regla general estos objetos han aparecido sin contexto arqueológico, pues han salido a la luz en prospecciones de superficie o en el mercado de anticuarios, por lo que la mayor parte de ellos se encuentran dispersos en diversas colecciones privadas. Por otra parte, al estar descontextualizados se desconoce cuál era exactamente su uso, así como su cronología precisa.

Sin embargo, al tipo más abundante, el de las plaquitas rectangulares, se le ha otorgado unánimemente una cronología almohade, en cualquier caso no anterior al siglo XII, mientras que son muy escasos aquellos ejemplares que se han datado en fechas anteriores.

El que estos objetos se multiplicaran en época almohade no ha de extrañar, por la ola de religiosidad y de reislamización social que tuvo lugar a partir del siglo XII; un fenómeno generalizado que afectó a todo el ámbito islámico. Por lo que respecta al Magreb y al-Andalus, el califato almohade mu’miní promovió una regeneración islámica tomando como base la doctrina del tawh#īd. La abundancia en época almohade de estos objetos protectores, propios de la religiosidad cotidiana y popular, constituye una materialización de dicho fenómeno y de la amplitud que a partir del siglo XII alcanzó la reislamización social, que no quedó circunscrita al poder y sus resortes de legitimación.

En cuanto a su utilización, estas plaquitas tuvieron, sin duda, un uso personal, cotidiano y popular, con una función profiláctica y/o apotropaica parecida a la de otros objetos diversos que ostentan leyendas semejantes. Pero el hecho de que el plomo de Rojales (Alicante) esté asociado a una necrópolis, indujo a los autores de su estudio y publicación a plantear la hipótesis de que este tipo de objetos se usara dentro de la sepultura para testimoniar la fe musulmana del difunto (Barceló, Labarta y Azuar, 1997: 265-266, 272). En las excavaciones del Castillo de Yecla, en Murcia, se ha encontrado otro ejemplar dentro de una sepultura de la maqbara islámica, lo que parece corroborar la hipótesis de que estos objetos, aparte de acompañar a los musulmanes en vida, también lo hacían en su muerte, pues podían ser depositados en las sepulturas, junto a los restos mortales de sus propietarios.

El plomo de Ifach también está asociado a una necrópolis, pero en este caso feudal. Como se ha dicho, apareció entre los materiales de relleno de un enterramiento cristiano. Por consiguiente, aunque este ejemplar sí tiene contexto arqueológico, su deposición secundaria no permite despejar las incógnitas acerca de su uso y cronología concretas, ni aportar nada acerca de la hipótesis que relaciona estos objetos con el ajuar de enterramientos musulmanes.

Así, pues, y a falta de otros indicadores, la configuración formal del objeto, sus rasgos gráficos más significativos y lo que se ha podido restituir de su contenido, remiten a una cronología almohade o ligeramente posterior, entre la segunda mitad del siglo XII y el siglo XIII.



Bibliografía
Martínez Núñez, M.A., Menéndez Fueyo, J.L. 2009,: El amuleto islámico de Ifach, Calp, Arqueología y Museo, Fundacion MARQ, (Alicante), pp. 132-145.
Barceló, C., Labarta, A., Azuar, R., 1997: El plomo árabe del Cabezo de Tinajas (Rojales, Alicante), Boletín de Arqueología Medieval, 11, (Madrid), pp. 265-275.

 

 

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